Noli foras ire, in te redi, in interiore homine habitat veritas
(No vaya al exterior,
regrese al interior, la verdad yace dentro del hombre)
San Agustín
En las sedosas páginas de la edición quince de la Enciclopedia
Británica publicada en 1974 -lo aclaro para que no vaya a pensar, amable
lector, que para redactar este blog me basé en Wikipedia ni en El Rincón del
Vago Punto Com- puede leerse que la palabra ‘fenomenología’ apareció en el
siglo XVIII, cuando Johann Heinrich Lambert la utilizó para referirse a la
sección de la teoría del conocimiento que diferencia entre verdad, ilusión y
error. Luego en el siglo XIX se usó para designar la obra de Hegel, donde el
filósofo plantea el desarrollo del espíritu desde la percepción a través de los
órganos de los sentidos hasta el conocimiento absoluto. Y en el siglo XX empezó
a emplearse para el movimiento cuyo objetivo es investigar y describir los fenómenos
según se perciben, sin ocuparse de la causalidad, liberándose de preconceptos y
suposiciones.
La fenomenología abarca perspectivas variadas. Su punto de
partida se sitúa en Edmund Husserl (1859-1938), pensador alemán nacido en
Australia. La consideraba un método destinado a trasformar la ciencia y la
filosofía, y la elaboró progresivamente a lo largo su carrera como filósofo
profesional. En todo caso, se dice que este enfoque no nació, se desarrolló, pues tiene una larga historia, y es una línea heterogénea de pensamiento.
Se trata del método que propone encarar desprevenidamente la
experiencia ante el fenómeno, lo más libre que se pueda de prejuicios y del
interés de describir con exactitud. El punto es dejarse impresionar. Después puede
vislumbrarse la esencia del fenómeno junto con sus relaciones, basándose en el
estudio de casos concretos provenientes de la experiencia o la imaginación, rastreando
sus variaciones sistemáticas. Más aun, algunos insisten en que es necesario investigar
la manera en que el fenómeno se presenta a la consciencia intencional -es decir,
la atención dirigida hacia el objeto-. Pero otros investigadores, en cambio,
proponen que el método también puede explorar la génesis de la presentación
del fenómeno. Y algunos pensadores más buscan formas existenciales, estudiando
el significado del fenómeno, por ejemplo de la angustia, utilizando la
interpretación hermenéutica. El objeto del estudio fenomenológico es la
información absoluta captada mediante intuición pura, inmanente, buscando
comprender las estructuras esenciales, o noesis,
y las entidades objetivas que les corresponden, o noema. En otras palabras, se infiere el objeto en sí a través de la
experiencia que produce la relación con fenómeno en el observador.
Husserl argumenta que la filosofía es una ciencia. Como Kant
piensa que lo empírico tiene una validez relativa, nunca absoluta, apodíctica,
entonces investiga la esencia, en lugar del dato. Por ejemplo, critica el historicismo
por su relativismo, pues sus premisas se construyen a través de observadores
que relatan el suceso estando inmersos en el contexto histórico particular; de
modo que concuerda con Dilthey en que la historia es un género literario que trata de hechos, pero no es una
ciencia.
La fenomenología, en cambio, busca la esencia. Es lo opuesto
al positivismo y al empirismo, escuelas que propenden por solo tener en cuenta
el dato concreto. Elementos que hay que considerar porque de allí nació el
pensamiento de Franz Brentano (1838-1917), filósofo descollante de la época,
que fue el maestro de Husserl y que también influyó en su contemporáneo Sigmund Freud (1856-1939),
por ejemplo. Husserl era matemático, y Brentano lo atrajo a la filosofía, su
psicología descriptiva parecía un buen fundamento para una filosofía
científica. De hecho la intencionalidad es central en la fenomenología, y proviene del pensamiento de Brentano.
Como es bien sabido, la originalidad, como la objetividad,
es un ideal inalcanzable. No hay una idea que sea el punto de partida de todas
las demás. De manera que de la obra de Brentano surge indirectamente la
fenomenología, a través de su alumno Husserl, y, por lo tanto, la filosofía
actual. Resulta que Brentano había utilizado las ciencias naturales como modelo
para pensar, pues a su vez estaba influenciado por Descartes, Leibniz, Santo
Tomás y Aristóteles. Por la época en que vivió Brentano debió ser un
positivista posthegeliano, pero como fue sacerdote al principio de su vida, una
feliz coincidencia que lo llevó a que sus raíces filosóficas estuvieran en los
escolásticos, por lo tanto en la tradición aristotélica, lo cual hizo que su pensamiento
fuera fecundo, preciso y serio. Consideraba el idealismo desde Kant hasta Hegel
una pérdida de tiempo, pues su posición era opuesta a la suya. Como Aristóteles
propendía por la observación directa sin deducciones racionales, pues solo así
podía alcanzarse la esencia. De modo que el pensamiento de Brentano es
revolucionario: es la conexión entre la filosofía griega y la moderna.
Entonces el trabajo filosófico de
Husserl empezó a fines del siglo XIX preguntándose cómo llegaron a conformarse
los números, que no son un producto natural sino un logro de la mente. Por
esta vía llegó al análisis y la crítica del psicologismo, la idea de que la
psicología es la base de la lógica pura. Entonces estudió la esencia de los
actos mentales. Examinó la relación entre la consciencia y el ser, donde el ser
es producto de la consciencia, y debe investigarse mediante una ciencia que
capte la esencia, como la fenomenología. La consciencia es el lugar a donde se
construyen los significados a partir de intuiciones puras, sin
interpretaciones, allí se encuentra el objeto como fenómeno, no como entidad
objetiva. Pero el pensamiento de Husserl también se relaciona con el de Bolzano
y con el de los filósofos ingleses, en particular de Hume, además consideró a Kant y guarda cierto
nexo con otros discípulos de Brentano, como Anton Marty y Alexius Meinong.
Por otra parte, Husserl también entró en conflicto con el naturalismo
-la aplicación de los métodos de las ciencias naturales a todo conocimiento,
incluso el que trata de la mente-, de modo que su enfoque se hizo
antinaturalista. Los intentos de legitimar las ciencias humanas con una
psicología experimental fracasaban en esa época porque el objeto de estudio
dejaba por fuera gran parte del problema.
En general hace cien años se consideraba un dislate tomar el
pensamiento como fenómeno natural. Es más, Freud también encaró esta misma
dificultad, como puede leerse en el “Proyecto de una psicología científica”. Y
aun cuando toda la obra freudiana está permeada por la intuición de que hay una
base biológica para la mente, no tenía los recursos científicos para
documentarlo. Estos pensadores estaban limitados por el conocimiento disponible
de la época. En todo caso, estamos hablando de trabajos sobre este tema que
aparecieron cuando recién descubrían la estructura microscópica del tejido
nervios, antes de los hallazgos revolucionarios de la neurofisiología, del
descubrimiento de los genes y sus mecanismos de expresión, así como de los
progresos tecnológicos en este campo.
Pero, curiosamente, aún hoy perdura el antiguo hábito del pensamiento
antinaturalista. Más de un siglo después en el número del International Journal
of Psychoanalysis que apareció publicado en diciembre de 2015, figura un
artículo que aboga por no estudiar neuropsicoanálisis escrito por Rachel Blass en colaboración con Zvi Carmeli. Cuando hoy el pensamiento imperante sí considera la mente un fenómeno natural. La mente construye representaciones del
mundo modificando la neurobiología, mientras que, al mismo tiempo, la neurofisiología
se expresa en la mente. Hay una relación recíproca entre mente y cerebro,
conformando la unidad psicosomática.
Es más, la ontogenia de la intersubjetividad es una nueva área de investigación. Se trata del estudio de cómo se llega a desarrollar en el ser humano el fenotipo intersubjetivo, cómo se logra ese rasgo que lo hace construir relaciones simbólicas, emocionales, inconscientes, que van mucho más allá del cuerpo. Pongamos el caso de una pareja enamorada, que es mucho más que dos. Entonces la ontogenia de la intersubjetividad se pregunta cómo se logra la capacidad de vincular a las personas, cómo se alcanza este rasgo desde el desarrollo embrionario, fetal y luego en el postparto, conformando y madurando las estructuras neurológicas que dan lugar a esa capacidad mental que llamamos intersubjetividad. Cómo trasforman al individuo esas relaciones mente cuerpo en la medida en que trascurre la vida, interactuando consigo mismo y con los demás, desde la infancia hasta la senectud.
De todos modos, y de regreso a Husserl, la fenomenología acepta
el dato pero también tiene en cuenta lo que no puede percibirse mediante los
órganos de los sentidos, así como lo categórico, las relaciones y valores,
siempre y cuando se presenten intuitivamente. Acepta los universales. Tolera
las relaciones esenciales de lo empírico. Además coincide con el análisis lingüístico
en tener en cuenta el reflejo del fenómeno en el aura de los significados del
lenguaje común y corriente como punto de partida para el análisis
fenomenológico, haciendo la salvedad de que el estudio lingüístico no basta
como fundamento para el análisis del fenómeno, porque el idioma no
necesariamente revela su complejidad.
Por el otro lado, contrario al fenomenalismo, la fenomenología
descarta el límite poroso entre apariencia y realidad, pues considera que los
fenómenos son lo único que existe y siempre hay intencionalidad en la
construcción consciente de la experiencia a través de la percepción. Además la
fenomenología insiste en la formación y verificación intuitivas de conceptos, entonces se
opone a las reinterpretaciones trasformadoras del fenómeno, a cambio de
analizarlo por lo que es en sí mismo y en sus propios términos; un postura también contraria a la del
racionalismo, que privilegia la razón por encima de la experiencia, y la de la filosofía
analítica, que sustituye las percepciones y las construcciones simples por los
análisis complejos acerca de lo que está dado, como en el caso de la navaja de
Ockham, el franciscano inglés del siglo XIII educado en Oxford. Por último, está en completo desacuerdo con el planteamiento del existencialismo de que la
existencia humana es inadecuada para el análisis fenomenológico porque le da
carácter de objeto a lo que no puede dársele carácter de objeto.
El método básico de la fenomenología es reduccionista. La
existencia del mundo debe sopesarse, no porque dude de su existencia, lo que
sucede es que el mundo en sí no es su objeto de estudio, más bien investiga
cómo se construye conocimiento acerca de él. La reducción invierte la visión de
su orientación hacia adelante, hacia el objeto, para dirigirla hacia adentro,
hacia la consciencia, hacia cómo el fenómeno afecta al observador. La intuición
es central. La persona capta algo inmediato a su presencia corporal, evento
primordial sobre el que todo se fundamenta y hace colateral cualquier
especulación filosófica.
El primer paso es una reducción fenomenológica: todo se percibe
en la consciencia, lo cual incluye intuición, recuerdo, imaginación, juicio. El
segundo paso es la reducción eidética, es decir en pos de la esencia. Sucede
que la consciencia no es suficiente para llegar a conocer, entonces acude a intuiciones
sobre la esencia y la estructura en busca de aquello que permanece inalterado a
pesar de la infinidad de manifestaciones del fenómeno. Husserl lo llamó,
invariable. Hasta que por último, el tercero paso es la reducción
trascendental, lo nombró así siguiendo a Kant, pues en esta etapa vincula el
fenómeno con el tiempo y el espacio, abriendo la puerta a la construcción del
significado.
Entonces la fenomenología propone el retorno a la intuición
y a descubrimientos esenciales como base última de la filosofía. El
investigador fenomenológico siempre tiene en cuenta al observador, las diversas
formas de su intencionalidad y su actitud reflexiva, porque así accede esa
persona en particular al ámbito de los objetos. Cada individuo se acerca al
dato a través de los significados que le atribuye, de modo que hay que examinar
cómo las categorías del observador abarcan los objetos del mundo. Así que la fenomenología
no es ajena a la ciencia, por el contrario trata de entender que sucede en el
interior de ella, así que vuelve objeto de estudio un problema que antes no lo
era.
Para Husserl el mundo de la vida recibe su forma a través de
la experiencia inmediata de la persona. La relación entre la mente y el mundo
está mediada por el cuerpo. No se explica el éxito rutilante de las ciencias
naturales y del fracaso estrepitoso de las ciencias humanas. Así no puedan
determinarse mediante una medición exacta, las verdades del mundo de la vida no
son inferiores a las verdades de las ciencias exactas, son explicaciones
complementarias. Lo que se necesita no es exactitud sino el acto fundamental. Y
Husserl le echó la culpa de esta situación a Descartes, el primer hombre
moderno, por haber creado en su filosofía la escisión entre la objetividad de
lo físico y la subjetividad de lo trascendental; pero ahora la fenomenología
supera este hiato artificial, antiguo y equivocado, en pos de que el hombre
cultive conjuntamente lo objetivo y lo subjetivo.
Sucede que la fenomenología pasa por Descartes, el primero
en construir una teoría de la subjetividad -la llama res cogitans, en contraposición a la res extensa, la información concreta, objetiva, que se percibe, y
se mide-, es más, para este pensador la subjetividad es central, tiene carácter ontológico, hasta el punto que su aforismo es, “dudo luego existo”. Sin embargo, para
él los sujetos son mónadas aisladas, noción que perdura en la filosofía durante siglos hasta llegar al psicologismo, en esta concepción las mentes son independientes, interactúan unas con otras, pero no se trasforman ni se afectan, tampoco construyen conjuntamente.
Me parece que los filósofos han estudiado la mente durante
más de dos milenios, así que bien puede afirmarse que la raíz de estos
conceptos están en la filosofía. Después de todo, fueron ellos quienes se
ocuparon de comprender al hombre y sus vicisitudes, junto con sus relaciones
con los demás y con la naturaleza. Algo semejante a lo que sucedía con la
física y la astronomía en la antigüedad, cuando los filósofos también se
encargaron de esas áreas del saber. Por el otro lado, además de un tratamiento,
el psicoanálisis es una concepción del hombre y un movimiento, de modo que
también tiene contexto cultural, filosófico.
Tenga en cuenta que la descripción del método fenomenológico
es asombrosamente parecida al manejo técnico de la contratrasferencia –es
decir, la subjetividad del psicoanalista en el diálogo analítico-, en especial
en lo relacionado con la idea de alcanzar una disposición anímica que le
permita dejarse impresionar por lo que trae la persona al consultorio, sean
palabras, objetos, acciones o emociones. Y a través de esa actitud de
observador desprevenido, neutro y abstinente, a lo largo del proceso analítico,
puede llegar a conocer lo esencial en la persona, el contenido inconsciente y
el conflicto, con la finalidad terapéutica de que viva más plenamente, con lo
que dispone.
El psicoanalista siente, percibe, escucha, observa, recuerda
y vincula esa experiencia con el aquí y el ahora, conmigo, de lo que está
sucediendo inconscientemente en la sesión con esa persona en particular. Esta
información perceptiva adquiere forma al identificar el patrón, se trata de la manera
que el analista organiza y piensa sobre el contenido de lo que allí sucede con esa
persona. Pero estos elementos solo adquieren significado en relación con las
vicisitudes inconscientes de quien está ahí al interpretarlos en relación con
el tiempo, el espacio y la presencia física del analista. De modo que aun cuando cada analista, como
cada persona, es diferente, la finalidad terapéutica del psicoanálisis es que
la persona viva mejor, entonces al utilizar la técnica analítica,
indistintamente del analista, la persona encontrará su camino personal. Se
trata de una posición más coherente consigo mismo.
En otro orden de ideas, la fenomenología dio lugar a desarrollos
posteriores, y alrededor de ella se formó el grupo Múnich. Alexander Pfänder se
interesó por una psicología fenomenológica que se dedicó a la lógica pura,
además redactó un texto filosofía fenomenológica. Moritz Geiger aplicó el
método a la estética, Adolf Reinach a la filosofía del derecho, Max Scheler se
enfocó en los problemas del valor y la obligación, el polaco Roman Ingarden
trabajó en ontología estructural y analizó varias obras de arte, mientras
Hedwig Conrad-Martius, un realista cósmico, estudió la ontología de la
naturaleza. Sin embargo, ninguno de los seguidores tempranos de Husserl cultivó
el idealismo trascendental, más bien se dedicaron al Realismo.
Martin Heidegger (1889-1976) también estudió a Brentano, y además
fue alumno de Husserl hasta que en 1916 se unió al Grupo de Múnich. Sin embargo
su distanciamiento del maestro empezó casi de inmediato. Mientras Husserl
proponía innovar, de modo que con excepción de Descartes, Locke, Hume y Kant,
no valía la pena estudiar filosofía, Heidegger argumentaba que sí había que
conocerlos a todos. Para él la fenomenología era un método y una metafísica. Regresó
a la ontología. Partía de que en griego, según Aristóteles, ‘phainomenon’ significa aquello que se
muestra desde sí mismo, mientras que ‘logos’
es permitir que lo que se muestra se vea desde sí mismo de la manera exacta en que
se muestra, por sí mismo. Además se alejó del método reduccionista de Husserl.
A principios del siglo XX imperaba en la filosofía una
aversión por la metafísica, tal vez por eso Husserl eludió el tema, lo cual fue
otro de los puntos de desencuentro con Heidegger. Por ejemplo, Husserl diría
que la fórmula de Newton es verdadera así nadie haya pensado en ella; en cambio
Heidegger argumentaría que este problema es una insignificancia porque la
fórmula no existiría si nadie la hubiera pensado. En todo caso, como Husserl
sigue a Sócrates, Platón, Descartes y Kant en que la filosofía es una ciencia
estricta y definitiva. Además del pensamiento de su maestro, utiliza el de
Scheler, pero también guarda relación con las formas más precisas de la metafísica,
en especial con Aristóteles. Su tesis doctoral fue sobre John Duns Scotus, el
gran franciscano inglés, pero también se interesó por Kant, y en sus trabajos
pueden identificarse ideas presocráticas, de Platón y San Agustín, también
conocido como el filósofo del hombre interior, al igual que de Descartes,
Hegel, Kierkegaard, Dilthey y Bergson.
Empezó por estudiar el ser con un método hermenéutico que
parte de la situación del ser humano, de manera que se volvió objeto de estudio
lo que ya se comprende. En especial en lo relacionado con la poesía y la
metafísica, pues se basaba en que el ser se ha olvidado a cambio de la
tecnología y la fascinación del hombre moderno por dominar la Tierra,
controlando seres considerados objetos. En su análisis, quien puede preguntarse
acerca del ser, porque es capaz de hacerlo, tiene una posición privilegiada. El
Dasein, es decir el estar aquí y
ahora, es estar en el mundo. Así que es superfluo el antiguo problema de la
diferencia sujeto objeto. La estructura básica del Dasein se origina en los estados de ánimo, la comprensión y el logos, delimitados por el presente. Entonces
solo hay dos posibilidades para el hombre: lo auténtico y lo inauténtico, por
ejemplo, cuando alguien más decide por uno.
En todo caso, el pensamiento de Heidegger es bastante
desarrollado, incluso creó una terminología filosófica de muy difícil comprensión
y traducción, buscaba expresar nuevas ideas y revelar realidades ignoradas a
través de un lenguaje que no estuviera ya cargado de significados. Y en la segunda mitad del siglo XX, en
el universo psicoanalítico sucedió algo semejante con la obra del inglés
Wilfred Bion: desarrolló su propio lenguaje por la misma razón. Esta, me parece
es una solución loable e ingeniosa, aun cuando también restringe las posibilidades de
acceso a la obra. A veces hasta se necesita un exégeta para comprenderlos.
En suma, según “La historia de la filosofía” de Julian
Marías los antecedentes de la fenomenología pueden rastrearse por más de dos
mil años. Se reconoce por su precisión, fecundidad y alto nivel académico, y
cuando apareció plenamente en el siglo XX se consideró el renacimiento de la
auténtica filosofía. Por esa época no había una escuela imperante, el
positivismo había desplazado al idealismo. Había anarquía filosófica, aun
cuando en Inglaterra prevalecía el psicologismo, y Husserl se resistía a ese movimiento,
por un lado porque predominaba el escepticismo, es decir, negaba que la verdad
pudiera conocerse, y, por el otro lado, era relativista, cualquier cosa podía
ser verdad. La fenomenología es la ciencia de los objetos ideales, así que es
una ciencia a priori, una ciencia universal, estudia la esencia de la
experiencia, que en últimas es un evento psíquico. Además de la experiencia, la
fenomenología investiga el objeto de ella, porque es intencional y su referencia es
esencial. Los objetos ideales, especies o esencias, son atemporales, mientras
los reales están aquí, ahora, conmigo.
En el psicoanálisis también está presente esta dualidad: a
la vez que es una disciplina hermenéutica que da significado al fenómeno, es una ciencia. La relación analítica tiene mucho que ver con dar
significados a palabras, emociones, sensaciones, actitudes y conductas, en la
sesión. Construye significados interpretativos, hermenéuticos. Pero también de
la secuencia de las sesiones surge el proceso analítico, lo cual lleva a la
elaboración de los conflictos. Entonces el psicoanálisis, como ciencia, es una
disciplina que construye conocimiento basándose en innumerables casos concretos,
estudiando sus variaciones, identificando regularidades de donde luego surgen
explicaciones sobre la génesis de los fenómenos clínicos.
Tomemos el caso del duelo. Existe un duelo ideal como
concepto que figura en los libros de teoría, y en este sentido es eterno,
atemporal, invariable. Pero, por el otro lado, cómo una persona en particular
vive su duelo aquí y ahora, conmigo, frente a esta pérdida en especial, es el
fenómeno, el objeto de la clínica psicoanalítica. Así que cada duelo en la
práctica es diferente. El aspecto hermenéutico está en darle significado a esos
contenidos mentales inconscientes en la situación analítica. Y el proceso
analítico es el desenvolvimiento de esa situación en una persona con su
contexto.
Luego se construye conocimiento psicoanalítico al estudiar
el caso individual, mediante el tradicional reporte de casos. Pero también
pueden agruparse muchos casos de duelos elaborados en procesos psicoanalíticos,
incluso con diferentes analistas, y compararlos mediante pruebas estadísticas
cualitativas o cuantitativas, información que puede emplearse para describir
desenlaces, así como para compararlos con otros tratamientos, como el
conductismo o los psicofármacos, hasta puede ponerse a prueba el psicoanálisis
frente a diagnósticos mentales para medir su eficacia en esas circunstancias.
Al fin y al cabo, el psicoanálisis es un tratamiento, y puede investigarse para
buscar verdades esenciales, pero también para buscar regularidades en el fenómeno
clínico, y para medir su eficacia y establecer sus indicaciones.
Es por eso que en las publicaciones psicoanalíticas periódicas coexisten los tradicionales reportes de casos con trabajos hechos con diversos tipos de diseños, tanto cualitativos, como cuantitativos. Vivimos
una época interesantísima, presenciamos la construcción del psicoanálisis
basado en la evidencia. Y déjeme decirle que el proceso psicoanalítico se
correlaciona fuertemente con la mejoría de las personas, y tiene indicaciones
bastante amplias en salud mental. Pero, por ahora, dejemos acá esta digresión
sobre investigación psicoanalítica, para seguir con la historia tan interesante que traíamos sobre filosofía.
En Alemania, luego de la Segunda Guerra Mundial, resurgió el
interés por la fenomenología en Colonia por iniciativa de Ludwig Langrebe, Gerhard
Funke y las ediciones de Walter Biemel, y también se difundió por el mundo. En Francia, uno de los primeros fue Emmanuel Lévinas, un personalista
pluralista que combina las ideas de Husserl y Heidegger.
Así mismo Jean Paul Sartre (1905-1980), el principal existencialista
francés, también parte de estas ideas, en especial del análisis de la
consciencia de Husserl, al diferenciar entre la consciencia perceptual y la
imaginativa, mediante el concepto de la intencionalidad. Además emplea la
ideación como método y acepta la importancia de la psicología, hasta propone un
psicoanálisis existencial. Por el otro lado, de Heidegger toma el problema de la
nada, aun cuando descarta la idea del Dasein. Considera la diferencia entre ser en sí –que es opaco, materia,
inalterado- y el ser para sí –o sea la consciencia permeada por la nada, donde la
mala fe predomina, sin poder superarla porque es fáctica, está dada y trasciende,
puede llegar a ser, no puede combinarse-. Su definición de hombre es un ser con
posibilidades que se encuentra o se pierde en las elecciones que toma en
relación consigo mismo. Concepto lejanamente emparentado con el Dasein que se materializa a sí mismo.
El carácter fenomenológico del análisis de Sartre está en la
manera en que dilucida el comportamiento, en especial en lo que se refiere a amor,
odio, sadismo, masoquismo e indiferencia, los movimientos psíquicos que son
aptos para la interpretación filosófica. Además la influencia de Hegel también aparece
en la obra de Sartre al interpretarlo todo de manera dialéctica, el hombre
en relación con el otro, el mirar y ser visto, al dominar y ser dominado. Pero,
por el otro lado, para Sartre la libertad es la característica básica del
hombre, de modo que este autor está vinculado a la tradición de los grandes
filósofos moralistas franceses. Claro que al final de su vida hace un viraje marxista,
aun cuando desarrolla un método influenciado por la hermenéutica: ahora las
elecciones del hombre están limitadas por sus condiciones sociales y
psicológicas.
Pero el psicoanálisis también está permeado de esta misma
dialéctica hegeliana. Al fin y al cabo, en su concepción de la mente es central
la dialéctica consciente inconsciente, del yo no yo, de lo genital pregenital,
de lo esquizoparanoide depresivo, de subjetividad intersubjetividad, solo para
citar algunos ejemplos. La dialéctica se considera central en el hombre. Por
otro lado, la dialéctica entre el determinismo y el libre albedrío también está
presente en el análisis, con la premisa de que entre más madura y sana es la
persona, más posibilidades tiene de libre albedrío, y para poder llegar a esa
situación se habría liberado de las ataduras al pasado, a figuras de autoridad
y a funcionamientos arcaicos, estereotipados, a la compulsión a la repetición.
De regreso a la difusión de la fenomenología en Francia y su
relación con el existencialismo, partiendo de la idea de Husserl de la vida en
el mundo, Maurice Merleau-Ponty -quien murió en 1961- gira alrededor de la
noción de que la percepción de las sensaciones corporales, es decir del cuerpo
como experiencia y como vía para la experiencia, en que el sujeto percibido se
encarna como enlace al mundo fenomenológico. Su fenomenología de la presencia
humana en el mundo ofrece una alternativa al dilema rígido del idealismo y el realismo,
ya que la consciencia y el mundo pueden coexistir en una relación recíproca,
mutua. Entonces la fenomenología se vuelve la vía para revelar la participación
esencial de la experiencia humana en el mundo, empezando por la percepción de
la cotidianidad. Al final Merleau-Ponty terminó siendo más cercano a Heidegger
que a Husserl. De todos modos, dio una nueva interpretación al cuerpo desde la perspectiva fenomenológica, ligándolo a la percepción del espacio, el
mundo natural, el tiempo y la libertad. Así que este autor es el fenomenólogo
más influyente de su país y un representante importante del existencialismo
francés, junto con Sartre y Simone de Beauvoire, una escritora y novelista,
también vinculada a Jessica Benjamin, una psicoanalista norteamericana de línea
intersubjetiva y feminista.
Pero también Paul Ricoeur es un estudioso de la experiencia
de la volición y del problema del concepto teológico de la culpa, además es el traductor
de Husserl que acercó su filosofía a los jóvenes. Mientras que Suzanne Bahelard,
también traductora suya, pone el acento en su importancia para la lógica
moderna. Y Jacques Derrida, un filósofo que se mueve en el límite entre el pensamiento
y el lenguaje, combina la fenomenología y el estructuralismo en su interpretación
de la literatura, abriendo la puerta al postestructuralismo o postmodernidad.
Las obras póstumas de Husserl y su biblioteca personal se
encuentran en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, por iniciativa de
HL Van Breda y Alphonse de Waelhens. Mientras en Holanda Stephan Strasser
trabaja en psicología fenomenológica; en Italia Enzo Paci dirige el círculo de
la fenomenología; en Checoslovaquia trabaja Jan Patocka, experto en fenomenología
de tradición metafísica, mientras que en Polonia lo hace Roman Ingarden. Además
hay actividad en este campo en Yugoslavia, Portugal, Inglaterra, Sudamérica,
Japón y la India.
En Estados Unidos la fenomenología fue más bien marginal
hasta que florecieron los trabajos de Marvin Farber, estudiante de Husserl, y las
publicaciones de Alfred Schütz, un sociólogo austriaco estudioso del área
cognitiva, que desarrolló una sociología fenomenológica. Y Aron Gurwitsch, un
filósofo lituano, que llegó a la fenomenología a través de sus estudios de la
psicología Gestalt en la obra de Adhemar Gelb y Kurt Goldstein, un autor que
también influyó en Merleau-Ponty, y que toca áreas tan variadas como matemáticas,
ciencias naturales, psicología y metafísica. Por último, también figura Herbert
Spiegelberg, un fenomenólogo oriundo de Alsacia, que redactó la primera
historia del movimiento.
De modo que la fenomenología ha influido en otras
disciplinas como matemáticas y biología, pero sobre todo en psicología, donde
Brentano y Carl Stampf abrieron el paso a William James, con la escuela de Würzburg
y la Gestalt. Y en psicopatología figura Karl Jaspers, un existencialista
contemporáneo que subrayó la importancia de la exploración fenomenológica de la
subjetividad del paciente. Y lo siguió Ludwig Binswanger, entre otros. Además la
fenomenología es importante en la psiquiatría existencial norteamericana y ha
afectado la sociología, la historia y la teología. Así que la fenomenología ha resultado
un lenguaje que comunica muchas disciplinas y devolvió la respetabilidad a lo
cotidiano y lo subjetivo de las personas.
Y en 1984 el psicoanalista norteamericano Robert Stolorow publicó sobre fenomenología
psicoanalítica. La raíz extranalítica de la
intersubjetividad. En esas páginas plantea la situación en términos de que el psicoanalista es
alguien que vive experiencias en relación con la persona que asiste a su
consulta, y en el nivel más profundo de sus construcciones teóricas siempre hay
subjetividad, aspectos emocionales, inconscientes, elementos que van mucho más
allá de lo concreto. De modo que el mundo material es un dominio de la
experiencia, lo cual se opone a la idea materialista y determinista de que el
mundo físico tiene una esencia predominante que supedita la consciencia humana.
Stolorow se une a los que abogan por una ciencia de la experiencia. Pero, mientras
el psicoanálisis está hecho de las observaciones acerca del caso por caso, interpretaciones
que surgen de la relación analítica, el filósofo reflexiona privadamente, en
pos de construir conocimiento en términos universales, no individuales. En todo
caso, Stolorow se basó fundamentalmente los planteamientos Husserl, Heidegger
y Sartre acerca del estudio sistemático de la experiencia, pues diferencian entre
los objetos en el mundo de la experiencia y las propiedades de la subjetividad
propiamente dicha.
La otra fuente filosófica de la fenomenología
psicoanalítica, o intersubjetividad, es el estructuralismo. Un enfoque que
atraviesa también por disciplinas como psicología, filosofía, antropología,
lingüística y crítica literaria. El análisis estructural es un método para
estudiar cómo se llega a un modo particular de comprensión. Parte de las
relaciones entre los fenómenos estudiados, no el fenómeno en particular, de
modo que el aspecto empírico de la investigación estructural es inteligible al
ordenar principios y patrones, se trata de principio inmanentes, intrínsecos
del fenómeno que se estudia, y no busca factores externos, ni es una
investigación causal, tampoco busca predecir. No establece conexiones entre causa
y efecto, más bien estudia relaciones entre fenómenos que conforman unidades, y
por lo tanto sistemas abiertos que pueden ser impredecibles. Después de todo no
tienen porqué predecir el desenlace. Lo cual no quiere decir que no haya
leyes que lo rijan. Así que lo adecuado de una explicación estructural no está en
su capacidad predictiva, sino en unificar fenómenos mediante explicaciones de eventos que antes parecían no estar relacionados. Busca lo
invariable. Una configuración estructural que se mantiene en diferentes
circunstancias. La finalidad del análisis estructural es identificar las
regularidades en un sistema de eventos que antes era inexplicado, desordenado,
caótico. Y el psicoanálisis es la ciencia de la estructura de la subjetividad,
se ocupa del patrón que organiza la experiencia y la conducta de cada persona.
La mayoría de escuelas psicoanalíticas de la actualidad han
virado en el sentido de la intersubjetividad. Los psicoanalistas
del mundo son más conscientes de que su subjetividad es tan determinante
como la de la persona que asiste a la consulta. Que la neutralidad y la abstinencia
son ideales deseables, sí, pero inalcanzables.
La intersubjetividad se atribuye fundamentalmente al
psicoanálisis norteamericano porque el primero en utilizar el sustantivo
‘intersubjetividad’ en este sentido fue Stolorow, aun cuando el primero en
emplearlo como adjetivo, fue Lacan. Además, según Werner Bohleber -un
psicoanalista alemán de quien Peter Fonagy dice que es un erudito en filosofía
europea continental-, unos años más tarde vino Thomas H Ogden, también analista
norteamericano y abanderado de la intersubjetividad, quien desarrolló sus ideas acerca del tercero analítico intersubjetivo a partir de la noción del sujeto
cuerpo que figura en las especulaciones filosóficas de Merleau-Ponty. Por eso
se dice que Ogden lleva la fenomenología un paso más allá.
Pero la intersubjetividad no es una metapsicología, una
teoría ni una escuela, tampoco es un enfoque revisionista. Es una categoría a
donde desde hace un poco más de treinta años se agrupan los pensadores psicoanalíticos
que consideran que la relación analítica es el producto simbólico de la dialéctica de las subjetividades del analista y el analizando
en el setting analítico. Las raíces conceptuales psicoanalíticas de la intersubjetividad se
encuentran fundamentalmente en la corriente postkleiniana, sin dejar de lado a Winnicott, Fairbairn y Freud, entre otros autores.
Claro que, por el otro lado, los militantes del bando
poskleiniano dudan que la intersubjetividad aporte algo nuevo a la noción de
que la relación trasferencia contratrasferencia es una situación total mediada
por la identificación proyectiva, fantasía central a la hora de construir
relaciones objetales y conocimiento psicoanalítico. Argumentan que lo que
sucede es que las ideas de Klein llegaron tarde a Estados Unidos. Luego de la
Segunda Guerra Mundial en ese país predominó la psicología del yo de Hartmann,
después vinieron la psicología interpersonal de Sullivan y la escuela
kohutiana; mientras que, por el otro lado, en los años 50 Mitchell, seguidor de
Schafer y Loewald, desarrolló el modelo relacional, muy cercano al objetal
inglés, pero sin tanta resonancia en el psicoanálisis mundial. Hasta que por
fin en los años 80 los norteamericanos descubrieron el enfoque postkleiniano,
unos cuarenta años después de que los británicos lo hallaran.
Soy de los que piensan que el psicoanálisis siempre ha sido
intersubjetivo. Desde el principio ha sido una relación terapéutica que se basa
en la construcción de significados a través de la interacción entre la persona
y el psicoanalista. Lo que sucede es que en su etapa inicial el objeto de
estudio psicoanalítico era el contenido mental de la persona que estaba en
consulta con el analista. Luego, con los desarrollos teóricos posteriores en especial
de la teoría objetal, se llegó a la conclusión de que el psicoanálisis es una
relación entre dos personas, aun cuando asimétrica porque la persona busca ayuda,
y el analista utiliza la técnica e interpreta las relaciones inconscientes que
se dan entre ellos. Y, por último, mirar la relación analítica como un fenómeno
intersubjetivo enriquece todavía más la situación analítica, porque el
psicoanalista se vuelve copartícipe de esa estructura simbólica que se construye
conjuntamente con esa persona que está ahí.
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